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LAVANDERÍAS EN LA ANTIGUA ROMA. Entre orines y soda.

Posted by on 1 junio, 2013

Recorriendo espacios afines en Internet. Encontré en Historias de la Historia (una página muy recomendable) un interesantísimo artículo referido al funcionamiento de las lavanderías de la Antigua Roma. Según él, toda ciudad o colonia romana disponía de una o más fullonica, nuestra actual lavandería y tintorería. Se han hallado restos de estos negocios en Ostia, Barcino y Herculano, alguno de ellos como la de Stephanus en Pompeya en un excelente estado de conservación. Consistía en una tienda de lavado de ropa de hogar y vestimenta, algo nada relevante excepto por el modo en que se realizaba dicha limpieza antes del uso de sustancias químicas artificiales. El orín humano era la materia prima principal que se usaba en la balsa de enjuague (saltus fullonici), pues el amoniaco que contiene, conjugado con cal y cenizas como blanqueantes, conseguía extraer las manchas de las túnicas, togas y manteles de lana. Su obtención era curiosa, desde importado en ánforas de remotos lugares (el hispano era considerado el de mejor calidad) o recogido en las letrinas públicas e incluso, como en los actuales urinarios de un centro comercial, directamente desde las paredes de la fullonica donde había dispuestas medias ánforas perforadas en su base para que los transeúntes pudiesen aliviar sus vejigas paseando por el pórtico. En Pompeya pueden leerse letreros en las paredes que invitan a hacerlo. Estos orines se mezclaban en las ánforas con las cenizas y la cal y se vertían después en las balsas donde los esclavos se encargarían de enjuagar las telas como si de un lagar se tratase, pisando las prendas e impregnándolas con la pestilente pero detergente emulsión de soda y orines.

El proceso era muy sencillo: tras una breve inspección de las prendas y realizados los remiendos y composturas pertinentes, eran echadas a la balsa para el intenso pisoteo de los esclavos. Una vez las manchas habían desaparecido, las prendas eran llevadas a una balsa exterior más grande, llamada lacuna fullonica, donde se enjuagaban con agua de lluvia recogida en el impluvio, se escurrían y después se tendían al sol, perfumándolas con esencias herbales y florales una vez secas por unas pocas monedas más para los clientes más acomodados. Con el tiempo, el servicio se hizo caro, especialmente después que el Emperador Vespasiano impuso un tributo sobre la orina humana.

En Pompeya se han encontrado restos de al menos once fullonicas. También se han localizado en la ciudad de Ostia tres grandes y dos menores, y en Barcino, actual Barcelona, donde se conservan en el Museo de la Ciudad de Barcelona,  cuatro estancias del siglo II con una pileta para el lavado y una pila para el aclarado.

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