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ASONADA DEL 1º de ENERO DE 1809. Intento de destitución del virrey Liniers.

Posted by on 18 julio, 2010

Santiago de Liniers y Martín de Álzaga fueron los héroes de la Reconquista durante la primera de las invasiones inglesas. Producida la segunda invasión, y ante la presión popular, el propio Liniers reemplazó como virrey a Rafael de Sobremonte, acusado de ineptitud y cobardía. El posterior éxito en la defensa de Buenos Aires en la segunda invasión elevó su prestigio y fue confirmado en su cargo por orden del rey Carlos IV.

Pero la capacidad militar de Liniers no se extendía a su faceta política. Su administración fue pésima y su imagen pública decayó rápidamente. En los últimos días del mes de diciembre de 1808, se realizó el enlace de la hija mayor de Liniers sin real permiso, transgrediéndose así una disposición de las leyes de Indias. El Cabildo intentó aprovechar la situación, afirmando que de hecho, la autoridad superior quedaba cesante y que dicha autoridad no podía ratificar el nombramiento de los nuevos regidores que debía hacerse el 1º de enero. Pero la falta de apoyo de la Real Audiencia en  el reclamo presentado en su contra,  (argumentó que los virreyes sólo podían ser juzgados y penados por el Consejo de Indias) hizo abortar los planes destituyentes de Álzaga y su partido.

E 30 de diciembre, el Cabildo –con la evidente intención de provocar al virrey- vetó el nombramiento de alférez real del joven Bernardino Rivadavia, hombre de Liniers en ese cargo. Si Liniers insistía en el nombramiento, se lo acusaría de ejercer despóticamente su gobierno. Pero el virrey adoptó una actitud sumisa y firmó sin comentarios una orden en que se le pedía al mismo Cabildo que nombrara al nuevo alférez real, desarticulando así otro intento desestabilizador.

El 1º de enero de 1809, los miembros del Cabildo se reunieron y propusieron una lista de nuevos capitulares, que debían asumir ese mismo día, seleccionando a sus miembros entre los más reconocidos enemigos del virrey. Al dirigirse al Fuerte para presentar la lista para su aprobación, fueron apoyados por varios regimientos de milicias, todos de origen español, que ocuparon la Plaza de la Victoria (hoy Plaza de Mayo), junto con una pequeña multitud que exigía la renuncia de Liniers. Contra lo que esperaban, Liniers protestó durante algunos minutos en voz baja, y luego firmó los nombramientos. Por segunda vez, había cedido y logrado salvar con eso su cargo.

Martín de Álzaga

Mientras tanto, en la plaza continuaban los gritos de “¡Abajo el francés Liniers! ¡Queremos una Junta!”. Los regidores resolvieron reunir en el mismo momento Cabildo abierto, en el que se decidiría la formación de una junta semejante a las formadas en la península. El obispo, Benito Lue y Riega, que era uno de los más activos emisarios, informó que, al fin, Liniers estaba de acuerdo en que se estableciera una junta, y que a este efecto los regidores y vecinos de distinción debían concurrir al Fuerte para determinar la formación y creación de un nuevo gobierno. Liniers se oponía al establecimiento de una Junta, pero ofreció a cambio su renuncia al cargo, pero aún quiso controlar en algo los efectos de su caída, por lo que — apoyado por Lué — exigió el cumplimiento de las normativas que preveían el reemplazo de los virreyes por el militar más antiguo del virreinato. En este caso, se trataba del general Pascual Ruiz Huidobro. Sabiendo que su primer intento había fallado, pero considerándolo más manejable y menos prestigioso que Liniers, Álzaga terminó por unirse a esa exigencia.

Santiago de Liniers

En ese momento, ingresa por la puerta de atrás del fuerte,  un batallón del Regimiento de Patricios, cuyo comandante, Cornelio Saavedra, con su espada desenvainada, ordenó defender al virrey y apuntar sus cañones contra el edificio del Cabildo. A continuación pronunció:

Venga el señor Liniers con nosotros, preséntese al pueblo y si éste lo rechazase o dijese no querer su continuación en el mando, yo y mis compañeros suscribiremos el acta de su destitución

En la plaza, una multitud formada ahora por los cuerpos de ciudadanos criollos gritaba: ¡Viva Liniers!. Entonces Liniers ingresó nuevamente al salón en que estaban los capitulares y el obispo, y declaró firmemente que no pensaba renunciar. En un giro muy curioso, el acta que se estaba redactando, que comenzaba anunciando la renuncia de Liniers, terminó con la confirmación del mismo, con el general beneplácito de todos los presentes; incluidos los miembros del Cabildo.

Los regidores fueron detenidos en la sala de acuerdos del Fuerte hasta la mañana del 3 de enero, en que fueron conducidos a bordo de diferentes barcos, desterrados a Carmen de Patagones.

Los batallones de milicias urbanas sublevados — tercios de Miñones, de Gallegos y de Vizcaínos, incluyendo a los Cazadores Correntinos — fueron disueltos. Parte de las tropas correspondientes pasaron a otros cuerpos, pero los oficiales fueron dados de baja de forma definitiva. También se hallaron implicadas 4 compañías del 3° Batallón de Patricios al mando de José Domingo de Urién y algunos oficiales de los otros dos batallones del cuerpo, tales como Antonio José del Texo (un capitán del 1° batallón), Pedro Blanco y Tomás José Boyso. Urién fue destituido y a Texo se le inició juicio por intentar asesinar a Saavedra.

Los desterrados a Carmen de Patagones: Martín de Álzaga, Juan Antonio Santa Coloma, Francisco de Neyra y Arellano y Esteban Villanueva, fueron rescatados por Elío — virrey en Montevideo, quien seguía sin reconocer a Liniers— y trasladados a esa ciudad.

Las milicias españolas serán desarmadas tras el fracaso de la intentona golpista. Sólo quedarán milicias criollas en Buenos Aires. Este resultará un hecho clave en los futuros sucesos de Mayo de 1810.

Fuente consultada: Acevedo, J. E., «Historia Argentina y Constitución Nacional», Lacort editor, Buenos Aires, 1940.

Imagen 1: http://sites.google.com/site/buenosairescultural/jorgebossio

Imagen 2: http://sites.google.com/site/buenosairescultural/jorgebossio

Imagen 3: http://www.todo-argentina.net/historia/invasiones/virreinto_liniers.html

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