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HIROSHIMA, hace 65 años, el horror

Posted by on 8 agosto, 2010

El horror y la devastación en su máxima expresión. Ocurrió en Japón un 6 de agosto,  hace 65 años, pero las heridas que dejó la bomba atómica de Hiroshima aún siguen abiertas. En especial para los casi 235 mil hibakusha (sobrevivientes) de aquella masacre.

Apenas habían pasado 15 minutos de las ocho de la mañana cuando, el 6 de agosto de 1945, los habitantes de Hiroshima (Japón) tuvieron un terrible despertar: el bombardero estadounidense Enola Gay dejaba caer sobre la ciudad la primera bomba atómica de la historia. El esperado fin de la II Guerra Mundial estaba más cerca, pero el costo sería muy alto.

Hiroshima, la devastación nuclear

La orden emanada por Harry Truman –presidente de los Estados Unidos- tenía un claro objetivo, la rendición rápida e incondicional de Japón, y produjo la muerte de alrededor de 120.000 japoneses, en su casi totalidad civiles, dejando un saldo de casi 300.000 heridos, entre los cuales gran cantidad presenta variaciones y mutaciones genéticas debido a la radiación a la cual estuvieron expuestos. Los percances biológicos y anatómicos, por tanto, persisten hasta nuestros días dentro de la población japonesa.

Tras Hiroshima, Nagasaki
Tres días después de Hiroshima, una segunda bomba sería arrojada sobre Nagasaki.El doble bombardeo obligó a Japón a aceptar el ultimátum de rendición, una capitulación que se oficializó el 15 de Agosto de 1945 y que significó el fin de la II Guerra Mundial.

Cuatro décadas después del bombardeo atómico, Hiroshima era una ciudad reconstruida y próspera, pero la herida causada en 1945 no estaba ni mucho menos cerrada. 40 años más tarde, la radiación provocada por la bomba aún se cobraba víctimas.

El último sobreviviente del avión norteamericano desde el que se lanzó la bomba atómica sobre Hiroshima y último sobreviviente del grupo de 11 personas que abordó el Enola Gay el 6 de agosto de 1945, afirmó que no se arrepiente de nada y que «volvería a hacerlo», en una entrevista publicada ayer, a 65 años del ataque.

«Nunca me arrepentiré por la bomba de Hiroshima. Si no la hubiésemos tirado, los japoneses jamás se hubiesen rendido. Hubiésemos tenido que invadir el país, y el número de muertos habría sido verdaderamente inimaginable. Hicimos lo que teníamos que hacer. No sólo para salvar vidas estadounidenses, sino también japonesas«. En declaraciones al diario británico The Guardian , el capitán retirado Theodore van Kirk dijo sentirse orgulloso de haber formado parte de la tripulación del avión Enola Gay, que tiró la bomba sobre Japón, porque la misión «salvó muchas vidas».

Con la presencia por primera vez de representantes de Estados Unidos, Gran Bretaña y Francia, se recordó ayer en Japón el 65° aniversario de la bomba atómica en Hiroshima, en un acto que los organizadores esperan que impulse las negociaciones globales por el desarme nuclear. El secretario general de la ONU, Ban Ki-moon, abogó «por un mundo libre de armas de destrucción masiva».

«Los estadounidenses creen que el bombardeo fue razonable, porque agilizó el fin de la guerra. Intentan verlo de una manera positiva, pero fuimos devastados´´, dijo Naomi Sawa, una jubilada de 69 años.

Esta es la primera vez en más de seis décadas que tienen la oportunidad de estar frente a representantes de ese país, Francia y el Reino Unido –las potencias ganadoras de la Segunda Guerra Mundial-. Nunca antes, un funcionario estadounidense había tenido el coraje de participar de estas ceremonias.

Aunque el gobierno de Japón se mostró satisfecho por la decisión de Washington de enviar a su embajador, John Roos, al aniversario, esa sensación no es la que se replicó entre la gente. Hasta ahora, Estados Unidos no había participado por temor a reabrir las viejas heridas. Pero las autoridades de Hiroshima les garantizaron un espíritu positivo durante los actos, la clave para que Washington aceptara.

LA BOMBA

"Little boy", la bomba arrojada sobre Hiroshima

En el otoño de 1942, el general Leslie Groves, que había sido designado responsable del proyecto Manhatan, se entrevistó secretamente con el físico Robert J. Oppenheimer, para dirigir en lo técnico la suma de esfuerzos que iba a representar el proyecto.

El lugar elegido para situar la planta de acabado fue Los Alamos, en Nuevo México, lejos de cualquier centro habitado.  En la bomba se puso a trabajar un ejército de científicos, de técnicos, de militares: directa o indirectamente, más de cien mil personas, la mayoría ignorantes de la finalidad real de su trabajo. La movilización fue total.  Todos los recursos disponibles se pusieron al servicio de la gigantesca empresa.  Cientos de millones de dólares se gastaron en un esfuerzo tecnológico que abarcó una colosal Planta construida en Tennessee, un grandioso laboratorio en la Universidad de Columbia, una enorme instalación en Oak Ridge, otra en Hanford.  Al principio se creyó que la bomba estaría lista en un año, pero se llegó a 1944, con el proceso muy avanzado. En julio de 1945, todo estaba listo para la gran prueba.  En Los Alamos se hallaban Oppenheimer, Bohr, Fermi, Bethe, Lawrence, Frisch… toda la plana mayor de los sabios nucleares. El día 16, a las dos de la madrugada, las personas que debían intervenir en la primera prueba estaban en sus puestos a varios kilómetros del punto cero.  Se fijó la hora H para las 5 de la madrugada.  A las 5.30, una luz blanca, radiante, mucho más brillante que el sol del mediodía, iluminó el desierto, las montañas en la lejanía…

En esencia, la bomba atómica es un reactor o pila nuclear que no utiliza moderador (es decir, ninguna sustancia que frene las partículas emitidas por el elemento radiactivo) y en la que se origina una reacción en cadena.

Dos trozos de material radiactivo (uranio 235 en la Little Boy que se lanzó sobre Hiroshima y que aparece en la fotografía inferior,- plutonio 239 en la Fat Man que se lanzó sobre Nagasaki), de masa inferior a la crítica (es decir, a la masa a la que la reacción en cadena se produce de forma espontánea) y separados por un espacio vacío, son impelidos a chocar entre sí mediante la explosión de dos cargas convencionales, de forma que la nueva masa resultante es superior a la crítica, produciéndose la reacción nuclear.

Efectos a partir del centro: Dependiendo de su tamaño, los efectos de una deflagración nuclear, se expanden en círculos concéntricos a partir del punto de impacto, que normalmente se encuentra situado a cierta altura sobre el terreno.

El círculo más exterior es, lógicamente, el de menor destrucción y la causa principal de ésta es la radiación térmica, que produce una «tempestad de fuego», quemaduras e incendio.

En el círculo intermedio, donde la causa principal de destrucción es la onda de la explosión (expansión y choque), se producen derrumbamientos, roturas de conducciones de gas y agua, proyección de cascotes y cristales, etc.

Finalmente, en el círculo interior, la destrucción es total a calísa de las enormes temperaturas (en Hiroshima, 17.000 personas «desaparecieron» carbonizadas y pulverizadas) y la radiación mortal.

El plan preestablecido era lanzar la bomba a las 8.15, hora local.  Las favorables condiciones atmosféricas y la pericia de Tibbets permitieron que el avión coincidiera con el objetivo exactamente a las 8 horas, 15 minutos y 17 segundos.  En aquella hora fatídica se abrieron las compuertas del pañol y, desde una altura de 10.000 metros, el ingenio atómico inició su trayectoria genocida.

Aligerado de un peso de más de 4.000 kilos, el bombardero dio un gran brinco hacia arriba.  Transcurridos 43 segundos, cuando el avión se encontraba a 15 kilómetros del punto del impacto, la bomba hizo explosión, accionada por una espoleta automática a unos 550 metros por encima del punto de caída y a 200 metros escasos del blanco elegido.

Repentinamente, el espacio se había convertido en una bola de fuego cuya temperatura interior era de decenas de miles de grados.

El presidente Truman recibió el mensaje a bordo del crucero Augusta.  En su entorno, todo era exaltación y entusiasmo.  Sólo el general Eisenhower condenó espontáneamente el uso de la terrible bomba contra un núcleo habitado, considerando que tal demostración no era necesaria para derrotar a Japón.  Pero la inmensa mayoría -como dijo Raymond Cartier- «no vio en la aparición del arma nuclear otra cosa que el fin rápido de la guerra y la economía de sangre americana que ello reportaba. »

La bomba lanzada en Hiroshima tenía una potencia equivalente a 20 kilotones, es decir, a veinte veces la explosión de mil toneladas de TNT.  Los efectos mortales de esta bomba podían proceder de tres causas distintas: la acción mecánica de la onda expansivo, la temperatura desencadenada y la radiactividad.

Toda una zona de 2 km. de radio se transformó en un crisol, que la dejó arrasada como si un fuego infernal y un viento cósmico se hubieran asociado apocalípticamente.  Y en kilómetros a la redonda, incendios y más incendios atizados dramáticamente por un vendaval de muerte.  Por los restos de lo que fueron calles, empezaron a verse supervivientes desollados, con la piel a tiras, unos desnudos, otros con la ropa hecha jirones.  Los que murieron en el acto, sorprendidos en el punto de la explosión, se volatilizaron sin dejar rastro.  Tan sólo alguno, situado junto a un muro que resistió la onda expansiva, dejó una huella en la pared, una silueta difuminada de apariencia humana, como una sombra fantasmagórica, que fue en lo que vino a quedar el inmolado.  Otros se vieron lanzados, arrastrados por un rebufo arrollador, y se encontraron volando por el aire, como peleles de una falla sacudida por un vendaval.  Alguno fue a parar milagrosamente a la copa de un árbol, a muchos metros de distancia de su lugar de arranque.

Al día siguiente del bombardeo, un testigo presencial que recorrió la ciudad explicó el espeluznante panorama de desolación que constituía la visión de una población arrasada, sembrada de restos humanos que estaban en espantosa fase de descomposición, entre un olor nauseabundo a carne quemada.  Una zona de 12 kilómetros cuadrados, en los que la densidad de población era de 13.500 habitantes por kilómetro cuadrado, había sido devastada.  La llegada de un grupo de científicos confirmó que el explosivo lanzado era una bomba de uranio.  La energía atómica había entrado en la historia por la puerta del holocausto.

Según los datos más fiables, el número de víctimas sacrificadas en Hiroshima fue de 130.000, de las que 80.000 murieron.  Unos 48.000 edificios fueron destruidos completamente y 176.000 personas quedaron sin hogar

IMAGEN 1: http://www.politicamundial.com/destacado/happy-birthday-hiroshima.html

IMAGEN 2: http://lanzadeldestino.com/hiroshima/

IMAGEN 3: http://granateoscuro.blogspot.com/2009_05_01_archive.html

IMAGEN 4 y 5: http://teleobjetivo.org/blog/tal-dia-como-hoy-la-bomba-atomica-de-hiroshima.html

BIBLIOGRAFÍA CONSULTADA

http://www.lanacion.com.ar/nota.asp?nota_id=1292205

http://es.wikipedia.org/wiki/Hiroshima

http://www.portalplanetasedna.com.ar/hirohima.htm

http://www.clarin.com/mundo/Unidos-presente-primera-vez-homenajes_0_311369105.html

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