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PRESIDENCIA DE JUÁREZ CELMAN. El Unicato

Posted by on 29 septiembre, 2013

Miguel Juárez Celman. Presidente de la República Argentina (1886/90)

Ya vimos que en la Argentina de fines del siglo XIX, el P.A.N (Partido Autonomista Nacional), desde su conformación en la década de 1870, sostenía una hegemonía tal, que hacía imposible que le disputaran el protagonismo político. Al sistema de acuerdos entre Ministros y notables en el período de las llamadas Presidencias fundacionales” (1862/1880), le siguió la instauración de un sistema fuertemente presidencialista en el que el Poder Ejecutivo Nacional garantizaba la estabilidad de los gobernadores contra las revoluciones locales. En este modelo, el partido gobernante resolvía las candidaturas a los principales cargos electivos, en la búsqueda de mantener el orden institucional, condición necesaria para el progreso.

Finalizada la presidencia de Julio A. Roca (1880/1886), la sucesión presidencial –tras una ardua lucha– recayó en Miguel Juárez Celman, ex gobernador de Córdoba, influyente senador nacional y concuñado de Roca, siendo su compañero de fórmula Carlos Pellegrini.

El 12 de octubre de 1886 asumió la presidencia; en su discurso inaugural anunció su ideario liberal, que incluía la promoción de la educación, de la inmigración europea y de la empresa privada. Desde un primer momento, el nuevo presidente exacerbó un marcado presidencialismo, lo que rápidamente generó conflictos con Roca, quien pretendía mantener control sobre el gobierno y el partido gobernante (PAN). Así, la unificación y la centralización serán el método de gobierno dominante en las próximas décadas…

EL UNICATO

El proceso de concentración política en el partido gobernante y en la figura del presidente, venía profundizándose desde 1880. La concentración de poder no era para fortalecerse frente a la oposición política, porque, de hecho, dicha oposición era aún muy débil.  En realidad, era para afirmarse dentro del grupo gobernante, removiendo aquellos gobernadores que no eran del todo leales.  En el caso de Juarez Celman, dicho proceso se acentuó porque a su condición de Presidente de la República, le sumó la de Jefe del partido gobernante (el PAN), lo que hizo que sus contemporáneos denominaran Unicato a esta fuerte concentración de poder político en una sola persona.

 OBRA DE GOBIERNO

Estimuló la inmigración europea, garantizando la gratuidad de los pasajes y la entrega de tierras a los colonos, las mismas que les habían sido arrebatadas a los pueblos originarios en la mal llamada Campaña del Desierto, protagonizada por su antecesor. Se impulsó también una gran reforma jurídica, incluyendo la organización procesal de los Tribunales, el establecimiento de un Registro dela Propiedad, la sanción de la Ley de Matrimonio Civil y de códigos de Minería, Penal y de Comercio.

En su gestión, Juárez Celman promovió la obra pública, en especial en Buenos Aires, ordenando la construcción de edificios como el Correo Central, el Teatro Colón, y la reforma del puerto de Buenos Aires, además de obras de infraestructura sanitaria.

Su gestión se vio salpicada por repetidas acusaciones de corrupción, basadas en la concesión de obras a personas del círculo íntimo del presidente.

Con Juárez Celman se aceleró el proceso de privatizaciones. Decenas de ramales ferroviarios fueron concedidos a empresas privadas, incluyendo el ramal estatal más exitoso (con superávit operativo y financiero), el del Ferrocarril Oeste, hasta entonces propiedad del gobierno de la provincia de  Buenos Aires. Claramente se enajenaban los medios públicos de producción a la vez que ingresaban capitales extranjeros al sistema, principalmente destinados a financiar la red ferroviaria, que sumó otros 3800 km, rozando los 10 000 km de extensión total. Las nuevas líneas, cuya adjudicación fue otorgada por el Congreso Nacional, fueron construidas y administradas por compañías extranjeras, cuyos beneficios se hallaban garantizados por cláusulas contenidas en los contratos de explotación, que les aseguraban un mínimo de beneficios. Los Puertos también fueron destinatarios de las inversiones extranjeras (Bahía Blanca, Rosario, La Plata y Buenos Aires)

El campo se modernizó, incorporándose el alambrado y los primeros molinos de viento para agua. Las exportaciones se diversificaron, incorporando la carne congelada, y aumentando la salida de lana y cereales.

La política cambiaria del gobierno desvalorizó al peso, subsidiando considerablemente al sector exportador, favorecido además por la política crediticia del Banco Hipotecario, que mediante la emisión de cédulas acercó fondos al productor rural. Así, la gestión estimuló las inversiones en agricultura y ganadería, redundando en el primer sector en un aumento del parque de maquinaria agrícola.

Sancionó la Ley de Bancos Garantidos, que permitía establecer bancos provinciales y privados habilitados para emitir moneda. El resultado, combinado con la irresponsabilidad fiscal del gobierno, fue una escalada especulativa y de emisión descontrolada.

 “El elenco gobernante garantizó la continuidad de objetivos y promovió en forma desenfrenada la inversión confiado en el desarrollo espontáneo de la riqueza agropecuaria. El ingreso de oro y divisas respaldó el proceso de expansión, pero generó en forma paralela la especulación financiera centrada en la compra-venta de tierras que se valorizaron en forma constante. El gobierno pagó la deuda externa y sus intereses con la venta de las empresas públicas y con nuevos empréstitos en los que hipotecó las rentas aduaneras y las tierras fiscales. Un exceso de emisión monetaria acompañó la política (…) como consecuencia el papel moneda fue perdiendo valor, la inflación se disparó y el poder adquisitivo de los salarios cayó”[1]

La política cambiaria favoreció al productor agropecuario, que vendía su cosecha en oro, pagaba sus gastos de explotación en una moneda depreciada, y sus deudas se reducían con el aumento del premio oro.

CRISIS Y CAÍDA

Terminaba 1889 y el régimen parecía invencible, pero la estabilidad era más aparente que real, dado que “descansaba fundamentalmente sobre un factor políticamente negativo: la indiferencia y pasividad de gran parte de la ciudadanía. Esta neutralidad de la población dependía, a su vez, de la continuidad del proceso de expansión.”[2]

Revolución del Parque

Desde mediados de 1889 había comenzado a gestarse una oposición creciente que se manifestó de diferentes maneras. Una de ellas fue la Asamblea que se realizó en el Frontón Buenos Aires, donde se organizó la Unión Cívica, una suma de corrientes políticas heterogéneas liderada por Leandro N. Alem y Bartolomé Mitre. La incapacidad de las exportaciones de crecer al mismo ritmo que las importaciones y el servicio de la deuda externa fueron algunas de las causas de la crisis. El Estado Argentino entró en cesación de pagos y repudió las deudas contraídas por los Bancos Garantidos y las provincias, con lo que de hecho se declaró en bancarrota. La tensión creciente provocada por la crisis económica se reflejó en la Bolsa de comercio y demás centros financieros. En la mañana del 26 de julio de 1890 la rebelión se hizo armada cuando fuerzas revolucionarias tomaron el Parque de Artillería. La lucha duró tres días, al cabo de los cuales fue sofocada pero no sin antes provocar la renuncia de Juarez Celman a la presidencia, siendo reemplazado por su vicepresidente, Carlos Pellegrini.


 


[1] Departamento de Historia del Colegio Nacional de Buenos Aires, UBA, HISTORIA ARGENTINA, Fascículo 26, La República posible I, Bs, As, 1999.

[2] Gallo Ezequiel, Cortes Conde Roberto, Historia Argentina 5, La República conservadora, Paidós, 2da reimpresión de la 2da edición, Bs. As., 2012.

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