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BOLIVIA, el país que quiere existir

Posted by on 6 diciembre, 2009

bolivia mapa

Hoy se elige presidente en Bolivia y todas las encuestas indican que su presidente, Evo Morales, será reelegido. El llamado «índice de bienestar» está en su punto más alto desde que se empezó a medir, hace ya ocho años. Esto significa que los bolivianos sienten que están mejor que antes y que van a estar mejor en el futuro. Seguramente muchas cosas restan hacer, pero que un presidente llegue al final de su mandato con el poder de convocatoria intacto después de su gestión ejecutiva, seguramente invita a soñar.

A continuación, comparto con ustedes extractos de una nota escrita por Eduardo Galeano en 2003 (Página 12, 21/10/03).  El contraste entre el fin del mandato de su entonces presidente Sanchez de Lozada y esta reelección, es una imperdible invitación a la reflexión. Al igual que el recorrido por su historia.

contorno-de-bolivia


Una inmensa explosión de gas: eso fue el alzamiento popular que 
sacudió a toda Bolivia y culminó con la renuncia del presidente Sánchez de 
Lozada, que se fugó dejando tras sí un tendal de muertos. El gas iba a ser enviado 
a California, a precio ruin y a cambio de mezquinas regalías, a 
través de tierras chilenas que en otros tiempos habían sido bolivianas. La 
salida del gas por un puerto de Chile echó sal a la herida, en un país que 
desde  hace más de un siglo viene exigiendo, en vano, la recuperación del camino
hacia el mar que perdió en 1883, en la guerra que Chile ganó.
Pero la ruta del gas no fue el motivo más importante de la furia que
Ardió por todas partes. Otra fuente esencial tuvo la indignación popular, 
Que  el gobierno respondió a balazos, como es costumbre, regando de muertos 
las calles y los caminos. La gente se ha alzado porque se niega a 
aceptar que ocurra con el gas lo que antes ocurrió con la plata, el salitre, el
La memoria duele y enseña: los recursos naturales no renovables se 
Van  sin decir adiós, y jamás regresan. Allá por 1870, un diplomático inglés sufrió en Bolivia un desagradable incidente. El dictador Mariano Melgarejo le ofreció un vaso de 
chicha, la bebida nacional hecha de maíz fermentado, y el diplomático agradeció 
pero dijo que prefería chocolate. Melgarejo, con su habitual delicadeza, 
lo obligó a beber una enorme tinaja llena de chocolate y después lo 
paseó en un burro, montado al revés, por las calles de la ciudad de La Paz. 
Cuando la reina Victoria, en Londres, se enteró del asunto, mandó traer un 
mapa, tachó el país con una cruz de tiza y sentenció: "Bolivia no existe".
Varias veces escuché esta historia. ¿Habrá ocurrido así? Puede que 
sí, puede que no. Pero la frase ésa, atribuida a la arrogancia imperial, se puede leer 
también como una involuntaria síntesis de la atormentada historia 
del pueblo boliviano. La tragedia se repite, girando como una calesita: 
desde hace cinco siglos, la fabulosa riqueza de Bolivia maldice a los bolivianos, 
que son los pobres más pobres de América del Sur. "Bolivia no 
Allá en la época colonial, la plata de Potosí fue, durante más de 
Dos  siglos, el principal alimento del desarrollo capitalista de Europa. 
"Vale un Potosí", se decía, para elogiar lo que no tenía precio. A 
mediados del siglo dieciséis, la ciudad más poblada, más cara y más derrochona 
del mundo brotó y creció al pie de la montaña que manaba plata. Esa montaña, 
el llamado Cerro Rico, tragaba indios. "Estaban los caminos cubiertos, 
que parecía que se mudaba el reino", escribió un rico minero de Potosí: 
las comunidades se vaciaban de hombres, que de todas partes marchaban, 
prisioneros, rumbo a la boca que conducía a los socavones. Afuera, 
temperaturas de hielo. Adentro, el infierno. De cada diez que entraban, 
sólo tres salían vivos. Pero los condenados a la mina, que poco 
duraban, generaban la fortuna de los banqueros flamencos, genoveses y 
alemanes, acreedores de la corona española, y eran esos indios quienes hacían
posible la acumulación de capitales que convirtió a Europa en lo que Europa 
es.¿Qué quedó en Bolivia, de todo eso? Una montaña hueca, una incontable cantidad de indios asesinados por extenuación y unos cuantos palacios habitados por fantasmas. En el siglo diecinueve, cuando Bolivia fue derrotada en la llamada Guerra del Pacífico, no sólo perdió su salida al mar y quedó acorralada en el corazón de América del Sur. También perdió su salitre.La historia oficial, que es historia militar, cuenta que Chile ganó esa guerra; pero la historia real comprueba que el vencedor fue el Empresario británico John Thomas North. Sin disparar un tiro ni gastar un penique, North conquistó territorios que habían sido de Bolivia y de Perú y se convirtió en el rey del salitre, que era por entonces el fertilizante imprescindible para alimentar las cansadas tierras de Europa.Los envases de hojalata, que dieron fama a Andy Warlhol, provenían de las minas que producían estaño y viudas. En la profundidad de los socavones,  el implacable polvo de sílice mataba por asfixia. Los obreros pudrían sus pulmones para que el mundo pudiera consumir estaño barato.Durante la Segunda Guerra Mundial, Bolivia contribuyó a la causa aliada vendiendo su mineral a un precio diez veces más bajo que el bajo precio  de siempre. Los salarios obreros se redujeron a la nada, hubo huelga, las ametralladoras escupieron fuego. Simón Patiño, dueño del negocio y amo  del país, no tuvo que pagar indemnizaciones, porque la matanza por metralla  no es accidente de trabajo.Por entonces, don Simón pagaba cincuenta dólares anuales de impuesto a larenta, pero pagaba mucho más al presidente de la nación y a todo su gabinete.Cuando la revolución de 1952 destronó a Patiño y nacionalizó el estaño,  era poco el mineral que quedaba. No más que los restos de medio siglo de desaforada explotación al servicio del mercado mundial.Hace más de cien años, el historiador Gabriel René Moreno descubrió Que  el pueblo boliviano era "celularmente incapaz". El había puesto en la balanza el cerebro indígena y el cerebro mestizo, y había comprobado que pesaban entre cinco, siete y diez onzas menos que el cerebro de raza blanca.Ha pasado el tiempo, y el país que no existe sigue enfermo de racismo. Pero el país que quiere existir, donde la mayoría indígena no tiene vergüenza de ser lo que es, no escupe al espejo.Esa Bolivia, harta de vivir en función del progreso ajeno, es el país de verdad. Su historia, ignorada, abunda en derrotas y traiciones, pero también en milagros de esos que son capaces de hacer los despreciados cuando dejan de despreciarse a sí mismos y cuando dejan de pelearse entre ellos.Hechos asombrosos, de mucho brío, están ocurriendo, sin ir más lejos, en estos tiempos que corren.En el año 2000, un caso único en el mundo: una pueblada desprivatizó el agua. La llamada "guerra del agua" ocurrió en Cochabamba. Los campesinos marcharon desde los valles y bloquearon la ciudad, y también la ciudad se alzó. Les contestaron con balas y gases, el gobierno decretó el estado de sitio. Pero la rebelión colectiva continuó, imparable, hasta que en la embestida final el agua fue arrancada de manos de la empresa Bechtel y la gente recuperó el riego de sus cuerpos y de sus sembradíos. (La empresa Bechtel, con sede en California, recibe ahora el consuelo del presidente Bush, que le regala contratos millonarios en Irak.)Hace unos meses, otra explosión popular, en toda Bolivia, venció nada  menos que al Fondo Monetario Internacional. El Fondo vendió cara su derrota, cobró más de treinta vidas asesinadas por las llamadas fuerzas del orden, pero el pueblo cumplió su hazaña. El gobierno no tuvo más remedio que anular el impuesto a los salarios, que el Fondo había mandado aplicar.Ahora, es la guerra del gas. Bolivia contiene enormes reservas de gas natural. Sánchez de Lozada había llamado capitalización a su  privatización mal disimulada, pero el país que quiere existir acaba de demostrar que no tiene mala memoria. ¿Otra vez la vieja historia de la riqueza que se evapora en manos ajenas? "El gas es nuestro derecho", proclamaban las pancartas en las manifestaciones. La gente exigía y seguirá exigiendo que el gas se ponga al servicio de Bolivia, en lugar de que Bolivia se someta, una vez más, a la dictadura de su subsuelo. El derecho a la autodeterminación, que tanto se invoca y tan poco se respeta, empieza por ahí.La desobediencia popular ha hecho perder un jugoso negocio a la corporación Pacific LNG, integrada por Repsol, British Gas y Panamerican Gas, que  supo ser socia de la empresa Enron, famosa por sus virtuosas costumbres. Todo indica que la corporación se quedará con las ganas de ganar, como  esperaba, diez dólares por cada dólar de inversión. Por su parte, el fugitivo  Sánchez de Lozada ha perdido la presidencia. Seguramente no ha perdido el sueño. Sobre su conciencia pesa el crimen de más de ochenta manifestantes, pero ésta no ha sido su primera carnicería y este abanderado de la modernización no se atormenta por nada que no sea rentable. Al fin y al cabo, él piensa  y habla en inglés, pero no es el inglés de Shakespeare: es el de Bush.

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