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El PROCESO DE CONSTRUCCIÓN DEL ESTADO ARGENTINO

Posted by on 12 diciembre, 2009

En su obra La formación del Estado argentino. Orden, progreso y organización nacional (1), Oscar Oszlak desarrolla una de las interpretaciones más sugerentes sobre el proceso de la «organización nacional». Por su carácter innovador y sus ricos aportes, constituye una obra de ineludible consulta para el estudio del tema.

Oszlak analiza el largo período que se extiende entre 1810 y 1880 desde un eje de análisis fuertemente articulador, el de la construcción del Estado argentino. El autor se pregunta sobre las causas que impidieron, durante más de cinco décadas, la organización nacional y sobre las condiciones que, luego de la batalla de Pavón, la hicieron posible. Asimismo, revela los mecanismos que, desde 1862, el Estado nacional fue poniendo en juego para lograr la definitiva centralización e institucionalización del poder.

En esta obra, se cuestiona una visión muy extendida en la historiografía argentina, que explica el medio siglo de guerras civiles y experimentos fallidos que se extiende entre 1810 y 1861 en términos de un enfrentamiento entre dos bandos irreconciliables (unitarios y federales), que dirimieron por las armas el derecho a imponer una fórmula política. Aunque Oszlak admite que esta difundida interpretación tiene ciertos fundamentos, sostiene que no se han hecho grandes esfuerzos por vincular este enfrentamiento con las condiciones efectivamente existentes durante ese medio siglo para la organización de una nación y la construcción de un Estado nacional, procesos que, para el autor, son inseparables y sujetos a mutuas determinaciones.

Oszlak destaca que el período 1810-1861 se caracterizó por la debilidad del fundamento material de la nacionalidad. Tal debilidad derivaba fundamentalmente de la heterogeneidad de los intereses económicos regionales, de las dificultades para la formación de alianzas políticas estables que articularan un sistema de dominación, y de la fragilidad de las instituciones y recursos existentes para extender el poder de un Estado nacional sobre el conjunto del territorio.

Según el autor, la guerra de la independencia fue el primer capítulo de un largo proceso, caracterizado por cruentos enfrentamientos y variadas fórmulas de transacción, mediante las cuales los sectores que pugnaban por prevalecer en la escena política intentaron sustituir el orden colonial por un nuevo sistema de dominación social. El origen local del movimiento emancipador y las resistencias halladas por Buenos Aires para constituirse en núcleo de la organización nacional pronto dieron lugar a movimientos separatistas y guerras civiles que, durante mucho tiempo, impidieron la formación de un Estado nacional. El resurgimiento de la provincia como ámbito de lucha por la dominación local y actor institucional en el escenario político más amplio que integraban las Provincias Unidas del Río de la Plata tendió a otorgar a los enfrentamientos un carácter «territorial», que ocultaba sus más determinantes motivaciones económicas. Las precarias coaliciones de provincias, que, a través de pactos y tratados, intentaron erigirse en estados, fueron prontamente desbaratadas por disidencias internas y fracasos militares. De hecho, las provincias funcionaron como cuasi-estados dentro de una federación cuyos vínculos de nacionalidad radicaban esencialmente en la aún débil identidad colectiva creada por las guerras de la independencia.

Por inspiración y acción de Rosas, Buenos Aires alentó durante dos décadas esta organización federal del sistema político-institucional, postergando la constitución de un Estado nacional, que, en las condiciones de la época, poco habría beneficiado a los intereses de los sectores terratenientes pampeanos que sostenían el régimen rosista.

No es casual que la coalición de fuerzas que derrotó a Rosas se haya constituido en circunstancias en que las oportunidades de progreso económico abiertas por la consolidación del capitalismo en Europa occidental ponían crudamente de manifiesto la restricción a las que se hallaban sometidos el intercambio y la producción de las provincias litoraleñas.

Sobre las cenizas de Caseros, se realizó el primer intento orgánico de creación un Estado nacional que, al no contar con la adhesión legítima ni los recursos de la auto excluida provincia porteña, sobrevivió tan sólo una década. En 1861, la Confederación Argentina cayó derrotada en Pavón por el ejército de Buenos Aires y debió resignar su efímero liderazgo del proceso de organización nacional.

Pavón allanó el camino para la definitiva organización nacional al permitir a los sectores dominantes porteños «nacionalizar» la llamada revolución liberal y organizar el Estado. Efectivamente, luego de Pavón, se inició un nuevo intento de construcción del Estado nacional en el que una compleja e inestable coalición política hegemonizada por los sectores dominantes porteños logró paulatinamente incluir en el proyecto unificador a diversas fracciones burguesas del litoral fluvial y el interior del país.

Desde entonces, sobre la base de ciertas instituciones de Buenos Aires y a partir de recursos financieros procedentes de esta provincia y de Londres, el Estado nacional comenzó a afirmar su presencia institucional y a ejercer una dominación creciente sobre la sociedad. El proceso se caracterizó por su complejidad ya que concentrar el poder suponía expropiar a diversos actores sociales poderes y funciones que tradicionalmente ejercían. Para lograrlo, el Estado en construcción usó mecanismos represivos contra algunos caudillos y otros actores socio-políticos (indígenas, la Iglesia, etcétera) que resistían a su acción expropiadora. También puso en juego recursos de tipo consensual con los que logró el acuerdo de diversos grupos sociales para el proceso de organización en marcha.

A través de la represión y el control de las situaciones provinciales, la cooptación de aliados políticos, la articulación y la garantía de las actividades económicas, o la difusión de mecanismos de control ideológico, el Estado se fue apropiando de nuevos ámbitos operativos, redefiniendo los límites de la acción individual e institucional, y fue desplazando a la provincia como marco de referencia de la actividad social y la dominación política.

Hacia 1880, puede decirse que se dio por concluido el proceso de construcción del Estado. Para esa época, ya habían sido doblegadas las montoneras del Chacho Peñaloza y de Felipe Varela, últimos exponentes y quizás los más paradigmáticos de la lucha del interior contra el proceso de centralización. También habían sucumbido López Jordán y los indígenas del sur, así como los más acérrimos defensores de la autonomía porteña. El Estado nacional, en un doble proceso de centralización del poder y descentralización del control, había ido afianzando su aparato institucional, ejercía una autoridad que no era disputada en el exterior e imponía su autoridad en todo el territorio nacional (respaldado por el control monopólico de la violencia), creando consenso en la medida en que se erigía en garante del progreso, y articulaba y aseguraba el desarrollo capitalista argentino.

La consolidación definitiva sobrevino, precisamente, cuando el Estado consiguió liberarse de la tutela de Buenos Aires. En 1880, en los combates de Puente Alsina y los Corrales, el ejército del Estado central venció a las tropas de Buenos Aires «purificando en el fuego de las armas el estigma de una tutela ya inadmisible». Al ser doblegada la autonomía porteña, concluyó el proceso complejo y violento de centralización e institucionalización del poder.

Oszlak sintetiza genialmente las características de tal proceso cuando afirma: «Hay un sino trágico en este proceso formativo […]. La guerra hizo al Estado y el Estado hizo la guerra. La ‘unión nacional’ se construyó sobre la desunión y el enfrentamiento de pueblos y banderías políticas. La unidad nacional fue siempre el precio de la derrota de unos y la consagración de privilegios de otros. Y el Estado nacional, símbolo institucional de esa unidad, representó el medio de rutinizar la dominación impuesta por las armas».

Oszlak, Oscar, La formación del Estado argentino. Orden, progreso y organización nacional, Buenos Aires, Planeta, 1997.Texto elaborado por el Área de Ciencias Sociales del Ministerio de Educación de la Nación.

RECONSTRUCCIÓN de la SECUENCIA de ACONTECIMIENTOS

El proceso de construcción del Estado nacional demandó unos setenta años, si tenemos en cuenta la combinación de los elementos que permiten identificarlo; un gobierno central con el monopolio de la fuerza armada, que ejerce su poder sobre un territorio cuyos habitantes obedecen las leyes que emanan de una constitución; el reconocimiento de su calidad soberana por otros estados; la existencia de símbolos distintivos y de una cultura nacional que permite a los hombres y las mujeres reconocerse como parte de una misma comunidad.

Los acontecimientos que condujeron al establecimiento del Estado argentino pueden agruparse en períodos y ubicarse en una escala temporal como la siguiente.

Antecedentes inmediatosRevolución e independenciaGuerras civiles y autonomías provincialesOrganización del Estado nacionalConsolidación del Estado nacional
Se organizó una fuerza militar propia. El Cabildo tomó decisiones soberanas.Se estableció un gobierno autónomo y se encaró la guerra de la independencia. Fracasaron los intentos de constituir un estadoDesapareció el gobierno central. Se firmaron pactos entre las provincias unificadas. 

 

Confederación rosista.

Se sancionó la Constitución pero existían dos Estados independientes: Buenos Aires y la Confederación Argentina.Culminaron los procesos de conquista territorial, nacionalización de las fuerzas armadas. Legislación y capitalización de Buenos Aires.
1806/18101810/18201820/18521852/18601860/1880

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