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FORMACIÓN DE LA ECONOMIA COLONIAL AMERICANA

Posted by on 27 febrero, 2010

La dinámica del capitalismo comercial naciente llevaba de manera obligada a procurar la expansión del mercado. La expansión turca de la segunda mitad del siglo XV y la conquista de Constantinopla, interrumpieron las tradicionales rutas comerciales con el Cercano y Extremo Oriente, estrechando el campo operativo de las ciudades comerciales, particularmente las italianas, y de los nacientes estados nacionales.

Toma de Constantinopla

La sustitución de las rutas terrestres tradicionales, se constituyó pues en la actividad más importante a partir de la segunda mitad del siglo XV. Portugal, a través de  las empresas precursoras de Enrique el Navegante, abre la ruta marítima hacia Oriente en torno al Africa y le siguen luego España, Inglaterra, Francia y Holanda.

El desplazamiento del centro de gravedad del comercio del Mediterráneo Oriental al Océano Atlántico, puso fin a la preponderancia comercial de las ciudades italianas y trasladó el principal teatro de los acontecimientos comerciales a los estados europeos de la cuenca del Atlántico y del Mar del Norte. El descubrimiento de América fue un episodio clave de la expansión comercial europea.

Pero el aprovechamiento económico de las tierras recién descubiertas, planteó problemas totalmente nuevos a las potencias comerciales. Conviene recordar que hasta el descubrimiento de América las relaciones económicas de los europeos con aquellos con quienes trataban en el Cercano y Extremo Oriente y Europa Oriental tenían dos manifestaciones: el comercio y/o el pillaje.

Bajo este tipo de relación económica, el capital comercial europeo no penetró en la organización de los pueblos con quienes mantenía relaciones económicas. Los despojaba por la fuerza de parte de su riqueza o, cuando esto no era posible, comerciaba. Pero no organizaban en la “periferia”, empresas industriales o agrícolas, manejadas por ellos, en las que pudieran cumplir un auténtico papel de empresarios, esto es, combinar los factores productivos en una rama concreta de la producción.

La realidad encontrada en América rompió los moldes operativos tradicionales. En este continente, los europeos se encontraron con civilizaciones indígenas (avanzadas algunas) sometibles por la fuerza o con regiones de vastos recursos naturales inexplorados.

El primer tipo de relación económica establecido, fue, lógicamente, el pillaje. Pero esta relación económica, necesariamente transitoria, implicaba la necesidad de organizar la producción directamente por parte de los colonizadores. En síntesis, por primera vez, en la historia de la expansión comercial europea, se planteaba la necesidad de organizar la producción directamente, esto es, conjugar factores productivos, capital y mano de obra, en el aprovechamiento de los recursos naturales.

Esta nueva realidad planteó problemas concretos, se puede decir que se vinculaban  a los siguientes aspectos: a) la mano de obra y la organización de la unidad productora; b) la ocupación territorial en gran escala; c) la organización política e institucional de los nuevos territorios y finalmente, d) la captación de riqueza para los gobiernos metropolitanos.

Se presentó el problema de la mano de obra. El imperio español era el que contaba con más abundancia de fuerza de trabajo indígena aprovechable. Las tradicionales organizaciones de la mita y el yaconazgo, regulaban las relaciones de los trabajadores indígenas con la empresa productiva.

Prácticamente ninguna de las otras naciones coloniales contó con una oferta preexistente de mano de obra como en el caso de España, Portugal, Inglaterra, Francia y Holanda debieron pues, traer la mano de obra desde otros lugares. Tuvo así lugar la inmigración de  población blanca en condiciones serviles.

Inglaterra aplicó sin éxito mayor el sistema de las compañías colonizadoras, como forma de trasladar mano de obra y capitales a sus posesiones americanas. Portugal y Holanda vincularon en empresas conjuntas sus capitales y la experiencia técnica en la producción del azúcar

La ocupación territorial en gran escala constituye el segundo problema de los enumerados anteriormente. Al tener que explotar económicamente los recursos naturales disponibles y/u organizar en gran escala el saqueo, fue necesario ocupar con profundidad los territorios conquistados.

La organización política e institucional operó en dos planos distintos. Por un lado la creación de organismos que fueron la manifestación de la soberanía de la potencia colonial; en general se tendió a trasplantar en las colonias americanas las instituciones vigentes en la madre patria. Por el otro, las medidas tendientes a establecer el equilibrio político buscado entre las fuerzas sociales predominantes en las colonias (clero y oligarquías locales).

Finalmente, las potencias coloniales debieron crear en sus relaciones con sus dominios americanos los cauces adecuados para volcar en las áreas fiscales parte de la riqueza obtenida  en el Nuevo Mundo.

En todo el período de la América colonial el rasgo distintivo de la organización económica fue el régimen de monopolio excluyente impuesto por las metrópolis. La historia política y militar de Europa y América entre los siglos XVI y XVIII es, en medida importante, el reflejo de la puja constante de las potencias europeas por aumentar sus participaciones relativas dentro del usufructo de la economía colonial.

La producción colonial y su localización.

Las principales características de la economía de la época eran las siguientes: a) las potencias metropolitanas eran eminentemente agrícolas y su intercambio exterior estaba limitado a comestibles exóticos y productos suntuarios, destinados a grupos de poder; b) la precariedad de los medios de transporte elevaba enormemente los fletes de tal manera que solo los productos de gran valor y poco peso podían soportarlos.

De esta manera, pues, las potencias coloniales buscaron en América los productos tradicionales del comercio de la época: oro, metales preciosos, azúcar y cultivos tropicales, especias y pieles; productos del mar y materiales para la construcción naval. Pero, el descubrimiento de yacimientos de oro y minerales preciosos fue la preocupación principal, el desarrollo de otras actividades se realizó en aquellas tierras donde quedó descartada la posibilidad de descubrir minerales preciosos. España tuvo más éxito que ninguno en esta empresa y allí radica, entre otros factores, la causa de su preponderancia en el siglo XVI y, también, de su posterior decadencia.

El desplazamiento de la mano de obra y de los capitales de Europa a América se explica, en parte, por la política de las potencias tendiente a consolidar la apropiación territorial y, en parte porque las expectativas de ganancia eran superiores en tierra americana.

En cuanto a los factores que determinaron la localización geográfica de las poblaciones coloniales y las empresas productoras, fueron principalmente dos: los recursos naturales y el factor distancia. Esta gravitación del factor distancia como determinante principal de la localización de la actividad económica explica, entre otras razones, el bajo grado de desarrollo alcanzado por el actual territorio argentino durante la época colonial.

Dinámica de las economías coloniales.

La minería, los cultivos tropicales, las pesquerías, la caza y la explotación forestal, dedicadas fundamentalmente a la exportación, fueron las actividades expansivas que atrajeron capital y mano de obra.

Algunas actividades, radicadas en el hemisferio norte, como la explotación forestal y la construcción naval, dieron pie a la empresa en pequeña y mediana escala con trabajadores independientes. La existencia de pequeños y medianos propietarios y de trabajadores independientes, daba lugar a la existencia de una demanda interna que se satisfacía, en parte, con producción local. Esta temprana diversificación de la estructura productiva interna, sentó las bases para la elevación de los niveles técnicos y culturales de la población, su habilidad productiva y, fundamentalmente, la constitución de grupos sociales cuyo destino estaba fuertemente arraigado al futuro de la comunidad en que vivían más que al de la potencia metropolitana de la cual dependían políticamente. Estas “burguesías nacionales” constituyeron el núcleo dinámico del desarrollo.

Distinta fue, por cierto, la experiencia de las economías coloniales que exportaban uno o pocos productos; en estos casos la producción se realizaba generalmente en unidades productivas de gran escala, sobre la base del trabajo servil. Los grupos de propietarios y comerciantes vinculados a la exportación junto con los altos funcionarios de la corona y el clero constituían la demanda dentro de la economía colonial y eran los únicos sectores en condiciones de acumular. Forzando el concepto, constituían al mismo tiempo el mercado interno colonial y la fuente de acumulación de capital.

Sea cual fuere la naturaleza de las actividades de exportación y de las estructuras sociales apoyadas en ellas, lo cierto es que las regiones que más se desarrollaron durante la América colonial fueron aquellas en que se asentaron las actividades exportadoras. Mientras que las que se dedicaron a satisfacer el consumo interno o su propia subsistencia, tuvieron poca importancia relativa dentro de la economía de la época. Perú, México, las colonias inglesas del Norte, las Antillas y el noreste del Brasil son casos típicos de la primera experiencia; el actual territorio argentino, de la segunda. De las actividades destinadas al mercado interno, sólo aquellas que se vinculaban a un centro dinámico exportador experimentaron cierto grado de desarrollo.

En Argentina, la producción de mulas en el Litoral destinadas a las minas de Potosí y la producción de paños en Tucumán con el mismo destino, fueron de las pocas actividades desarrolladas en nuestro territorio entre el siglo XVI y la primera mitad del XVIII que gozaron de alguna prosperidad.

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