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GOBERNADORES DE BUENOS AIRES ENTRE 1832 y 1835

Posted by on 14 febrero, 2011

En 1832 triunfaron los federales doctrinarios en las elecciones para representantes. Recordemos que el federalismo porteño se hallaba dividido. Por un lado, aquellos que estaban a favor de la división de poderes, la organización constitucional de la nación y las plenas garantías a las libertades individuales, fueron llamados doctrinarios (porque seguían la doctrina de la constitución norteamericana), liberales (defendían las libertades consagradas en una Constitución), lomos negros (por su apariencia citadina, diferenciada del atuendo popular rosista), o cismáticos (propiciaban la ruptura de la autoridad de Rosas).

Juan Manuel de Rosas

A ellos se contraponían los federales rosistas, llamados netos (puramente rosistas) o apostólicos (seguían a Rosas cual apóstoles).

¿La diferencia hacía de Rosas un antiliberal? Según Myers, la diferencia entre las interpretaciones liberales y lo que aparece en el discurso rosista, “es que éste pronuncia lo que en las formulaciones liberales clásicas permanecía sin decir o era negado” los publicistas liberales enfatizaban el papel de la opinión y Rosas el de la fuerza para lograr un orden político estable (Myers, 1995)

En 1832 llegó a su fin el gobierno de Rosas. La situación política era mucho más clara que al asumir su primer mandato. Los unitarios habían sido vencidos y los federales eran los dueños del mapa político nacional. No existían ya razones que justificasen el mantenimiento de las facultades extraordinarias otorgadas por la Legislatura al gobernador de Buenos Aires. Fue así que, tras largos debates en su seno, la opinión de los federales doctrinarios fue la que prevaleció, reasumiendo la Legislatura las facultades que había delegado en Rosas en tiempos de crisis.[1]

Rosas no aceptaría gobernar sin las facultades otorgadas, rechazando tres veces su reelección. En su reemplazo, fue nombrado el general Juan Ramón Balcarce, uno de sus antiguos ministros e héroe de la guerra por la independencia, quien se hizo cargo de sus funciones el 17 de diciembre de 1832.

Juan Ramón  Balcarce

A través de su gestión, el nuevo gobernador comenzó a distanciarse de su antecesor, actitud que ahondaría la diferencia ya existente en el partido federal. A fines de 1833, y con motivo de las elecciones para diputados, se presentaron dos listas (cada una correspondía a una de las facciones federales). El triunfo fue de los federales moderados, o cismáticos. Y cuando a mediados de junio se efectuaron nuevos comicios para ocupar las vacantes de algunos federales opositores renunciantes, a causa de tumultos y desórdenes el gobierno debió suspenderlas, cuando los apostólicos llevaban ventaja.

LA REVOLUCIÓN DE LOS RESTAURADORES.

Que Rosas estuviera ocupado en la campaña al desierto, no significaba que se hubiera alejado de la política porteña. En Buenos Aires había quedado su esposa, Doña Encarnación Ezcurra, mujer que cumpliría un papel primordial en la agitación opositora al gobierno de los federales doctrinarios. Su casa se convirtió en “un comité de arrabal; negros y mulatos, gauchos y orilleros, matones de avería, entraban y salían mezclados con militares y señores de casaca”[2]

Encarnación Ezcurra

Inteligentemente fomentada por Doña Encarnación, la efervescencia fue creciendo en la ciudad al ritmo del feroz enfrentamiento entre los federales netos y los cismáticos. Rivalidad que también se fomentó desde la prensa, afín a uno u otro bando.

En octubre de 1833, un fiscal entabla querella contra ocho periódicos –de ambas tendencias- que “ofendían el honor de los individuos y sus familias”. Uno de los diarios sindicados era “El Restaurador de las Leyes” de tendencia rosista y dirigido por Nicolás Mariño. Cuando aparecieron carteles en la ciudad que anunciaban el juicio al “Restaurador”, los partidarios rosistas creyeron que el juzgado sería el mismísimo don Juan Manuel, iniciándose así una revuelta que contó con el apoyo de efectivos militares a las órdenes del general Agustín Pinedo. Es probable que el mismo Mariño haya organizado la publicidad equívoca del hecho, sabedor que la mayoría del pueblo era unánimemente rosista.

La ciudad se paralizó. Los negocios cerraron sus puertas y el abastecimiento que llegaba del campo cesó. En Barracas se había instalado un precario campamento de rosistas opositores a Balcarce, que día a día engrosaba sus filas. El gobernador, envía infructuosamente, día tras día, enviados que tratan de disuadir a los insurrectos, sin éxito. En un último esfuerzo, se envía una carta a Rosas solicitándole su apoyo. Rosas se niega.

Su gobierno, falto de apoyo, cayó. La Junta de Representantes le propuso el cargo a Rosas, pero éste lo rechazó porque no contemplaba las «facultades extraordinarias», las que, desde según su punto de vista, eran vitales para poner en orden a la provincia. Finalmente, el 3 de noviembre de 1833,  fue designado el general Juan José Viamonte como gobernador interino de la provincia de Buenos Aires; éste no había apoyado a ninguna de las dos fracciones del partido federal en la crisis. Por lo tanto, tenía menos poder e iniciativa que Balcarce.

Gobiernos de Viamonte y Maza

General Viamonte

Viamonte designó ministros al general Guido y al doctor Manuel García, antiguos colaboradores de Rosas. Su gobierno fue mas permeable al federalismo neto (rosista), pero esto no le aseguró una gestión tranquila.

Muchos federales netos se habían nucleado en la recién formada Sociedad Popular Restauradora o Mazorca[3]. Bajo la inspiración de doña Encarnación Ezcurra, dicha organización preparaba actos de adhesión a Rosas, persiguiendo duramente a sus opositores. La integraban hombres de diferentes clases sociales –algunos pertenecían a tradicionales familias porteñas- y poco a poco fue transformándose en una temible fuerza de choque que perseguía a los opositores, lo que provocó la emigración de caracterizados federales cismáticos como los generales Balcarce, Iriarte y Martínez.

El partido federal no sólo no volvió a tolerar disidencias externas, sino que consideró como traición cualquier gesto de independencia frente a Rosas.

Viamonte, imposibilitado de remediar tal situación, renunció a su cargo en junio de 1834. La Legislatura volvió a ofrecer el cargo a Rosas, quien declinó el ofrecimiento una vez más, argumentando que era imposible restaurar el orden sin las facultades extraordinarias que le eran negadas. El cargo le fue ofrecido sucesivamente a Tomás Manuel de Anchorena, Nicolás de Anchorena, Juan Nepomuceno Terrero y el general Angel Pacheco. Todos declinaron el ofrecimiento. Ante la acefalía asumió el entonces presidente de la Legislatura, Manuel Vicente Maza el 1º de octubre de 1834. El posterior asesinato de Facundo Quiroga aceleraría los tiempos para la vuelta al poder de Rosas.


[1]En vistas de la Guerra Civil en curso, se le habían otorgado al gobernador de Buenos Aires, las FACULTADES EXTRAORDINARIAS.

[2] Ibarguren, citado por Ansaldi (1986), en Eggers-Brass Teresa, Historia Argentina, una mirada crítica, Editorial Maipue, Buenos Aires, 2006.

[3] La sociedad utilizó como emblema a la mazorca o espiga de maíz, que significaba la unión de sus integrantes.

IMAGENES: http://www.lagazeta.com.ar/balcarce.htm

http://www.oni.escuelas.edu.ar/2002/BUENOS_AIRES/ultimo-malon/lineas.htm

http://ejercitonacional.blogspot.com/2009/03/aniversario-de-la-muerte-del-general_31.html

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