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URUGUAYOS y ORIENTALES

Posted by on 10 mayo, 2011

En su ensayo de la Universidad de la República (Montevideo), Ana Frega repasa la compleja geometría de alianzas y oposiciones que marcó el proceso de edificación del Estado uruguayo en los decenios que siguieron a la independencia. El siguiente es un resumen de su artículo “Uruguayos y orientales: itinerario de una síntesis compleja”, publicado recientemente por el diario El País.

En 1830, tras dos décadas de guerra contra España, Portugal, las Provincias Unidas del Río de la Plata y el Imperio de Brasil, el Estado Oriental del Uruguay inició su etapa constitucional. Los territorios al este del río Uruguay y al norte del Río de la Plata eran una frontera de tránsito y de tráfico, un ámbito transcultural, cuyas denominaciones contemplaban un espacio geográfico dispar y no siempre coincidente. Algunas aludían al nombre con que se conocía algún grupo étnico, «Banda de los Charrúas», por ejemplo. Otras, como «Banda Norte», «Banda Oriental» o, simplemente, la «otra Banda», tenían como punto de referencia el Río de la Plata y provenían del centro político de Buenos Aires. Otras denominaciones como «Provincia del Uruguay» o «Doctrinas del Uruguay» aparecían en la cartografía de la época y en informes, cartas y memorias de la Compañía de Jesús. Los jesuitas, en permanente tensión con las avanzadas lusitanas, fundaron a lo largo del siglo XVII pueblos misioneros en ambas riberas del alto Uruguay.

 

Mencionado como «Uruay» después de la expedición de Sebastián Gaboto, a fines del siglo XVII se fue generalizando la denominación Uruguay para el río. Entre otros significados se mencionan «río del país donde habita el pájaro urú» (Félix de Azara), «río de los caracoles» (Fray Antonio Ruiz de Montoya), «río de los pájaros pintados», «cola del agua» o «cola del pájaro urú».

Fue durante la Revolución del Río de la Plata que esa banda oriental se transformó en provincia. José Artigas encabezó un movimiento en favor de la «soberanía particular de los pueblos» del antiguo Virreinato del Río de la Plata. Un Congreso celebrado en abril de 1813 resolvió la constitución de «una provincia compuesta de pueblos libres» cuyo nombre sería «Provincia Oriental», comprendiendo el territorio «que ocupan estos Pueblos desde la Costa oriental del Uruguay hasta la fortaleza de Santa Tereza». En la lucha revolucionaria, la invocación al Oriente adquirió fuerza simbólica. De ser nombrado «Jefe de los Orientales», referencia militar y geográfica de las tropas que comandaba, Artigas pasó a encabezar un movimiento que impulsaba ideas federales y de igualitarismo social en la región platense, extendiendo su influencia a Entre Ríos, Corrientes, Santa Fe, Córdoba y Misiones, en la actual República Argentina. Orientales fue la denominación de una corriente enfrentada al Directorio de las Provincias Unidas, con sede en Buenos Aires. Tras la derrota de José Artigas en 1820, los nuevos grupos dirigentes procuraron borrar la memoria viva de la etapa anterior, ensayando nuevos nombres para la provincia. Así, el Congreso reunido en Montevideo en 1821 resolvió la incorporación a Portugal como «Estado Cisplatino (alias Oriental)», o bien en 1828, la Convención Preliminar de Paz que terminó la guerra entre las Provincias Unidas y el Imperio de Brasil declaró la independencia de la «Provincia de Montevideo (llamada hoy Cisplatina)». A pesar de los intentos por eliminar toda referencia a los orientales, en la Asamblea Constituyente en 1829 se alzaron severas voces de rechazo a integrar la «Nación Montevideana». Finalmente se aceptó el nombre de «Estado Oriental del Uruguay», el que se mantuvo hasta la reforma constitucional de 1918, que impuso el actual de «República Oriental del Uruguay».

En el proceso de conformación de la identidad nacional iniciado a fines del siglo XIX, la discusión se trasladó a la denominación de sus ciudadanos. Orientales fue la palabra escogida por aquellos que privilegiaban el papel de la tradición y el pasado histórico, identificándose con el criollismo y el nativismo. Sus impulsores reaccionaban ante el crecimiento urbano, el avance centralizador del estado, la afluencia masiva de extranjeros y los efectos de la llamada «cuestión social», expresada en la movilización de los sectores populares urbanos y rurales. En contraposición, el reformismo encabezado por José Batlle y Ordóñez -Presidente de la República en 1903-1907 y 1911-1915 , impulsó un modelo de desarrollo urbano-industrial sustentado en un nacionalismo cosmopolita capaz de integrar a los inmigrantes, apelando a una identidad sustentada en principios de validez «universal» bajo la denominación de uruguayos. A pesar de que en un principio parecieron ser excluyentes, ambos patrones de integración a la ciudadanía en el estado republicano pudieron conciliarse en el Centenario.

http://www.elpais.com/articulo/internacional/Uruguayos/orientales/itinerario/sintesis/compleja/elpepuint/20100820elpepuint_5/Tes

 

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