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IMPERIALISMO DEL SIGLO XIX. El ocaso de los grandes imperios: Persia.

Posted by on 25 marzo, 2012

La expansión de las potencias europeas hacia mediados del siglo XIX, trastocó radicalmente el escenario mundial. Toda África y gran parte de Asia pasaron a ser, en la mayoría de los casos, colonias europeas. En la mayoría de los casos, las antiguas clases dirigentes de los países ocupados tuvieron un papel preponderante en la colonización, colaborando con los europeos y las resistencias expresaron tanto la reacción frente a la destrucción de formas de vida como el afán de los grupos gobernantes de conservar su autoridad y prestigio.

Los tres imperios más antiguos, el persa, el chino y el otomano con sus vastos territorios y antiguas culturas, no cayeron bajo la dominación colonial, pero también fueron profundamente impactados por la expansión imperialista. ¿Qué pasó con Persia?

El antiguo imperio persa no quedó sujeto a la dominación europea, pero fue intensamente afectado por el impacto de los cambios de la era del imperialismo. Antes de la Primera Guerra Mundial, dos movimientos: la Protesta del tabaco (1891-1892) y la Revolución constitucional (1905-1911) evidenciaron el rechazo al nuevo rumbo de la economía y al mismo tiempo el peso del ideario político liberal en distintos grupos de la sociedad, especialmente sectores medios y parte del clero shiíta.

La concesión, por parte del sha (rey), del monopolio de la venta y exportación de tabaco a una compañía inglesa desató el boicot y una oleada de huelgas dirigidas, en gran medida por comerciantes y líderes religiosos musulmanes. Uno de los principales ayatolá (lìder religioso) dictó un decreto islámico (fatwa) que prohibía fumar y las mezquitas se abrieron para dar asilo a quienes protestaban. El sha tuvo que revocar la medida. Los reyes carecían de un ejército moderno y de una burocracia central capaz de imponer su voluntad en materia de educación, leyes y administración de las propiedades y tierras religiosas donadas en usufructo, que seguían siendo un derecho de los ulemas. A medida que crecía la influencia económica de los europeos, los comerciantes y artesanos recurrieron al consejo de los ulemas con quienes compartían similar procedencia familiar y los mismos ideales religiosos. Los ulemas legitimaron sus reivindicaciones: Persia dejaría de ser una nación musulmana, si los soberanos seguían cediendo poder a los infieles.

La idea de que una constitución era un recurso importante para la seguridad y la prosperidad de la nación concitaba importantes adhesiones, aún entre algunos clérigos. El ejemplo de Japón le confería consistencia. En 1906, el sha, frente a las movilizaciones que rechazaban su política, aceptó la convocatoria a una Asamblea que al año siguiente aprobó una constitución inspirada en la de Bélgica de decidido corte parlamentario. Sin embargo, en poco tiempo, pasaron a primer plano divergencias claves entre la mayoría del clero y los laicos liberales acompañados por una minoría de ulemas, especialmente en el campo educativo y respecto a los alcances de la sharia. Finalmente, el texto constitucional enmendado reconoció a un comité de ulemas el poder de vetar aquellas leyes que contradijeran la sagrada ley del Islam. En 1908, el sha apoyado por una brigada de cosacos rusos, dio un golpe de estado que clausuró la asamblea y ejecutó a los reformadores más radicales. Un contragolpe destituyó al sha y se nombró una segunda asamblea. El avance de las tropas zaristas en 1911 condujo a la clausura del nuevo órgano legislativo.

Fuente:

Carpetas docentes de Historia.  FaHCE-UNLP

http://carpetashistoria.fahce.unlp.edu.ar/

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