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EL IMPERIO de ALEJANDRO MAGNO

Posted by on 2 enero, 2020

Clase del Prof. Marcelo N. Musa

Hoy en día, muchos jóvenes de 20 años están desorientados; no saben qué estudiar ni de qué trabajar. Cuando Alejandro Magno tenía esa edad heredó el trono de Macedonia, un pequeño reino situado al norte de Grecia. Muchos pensaron entonces que el muchacho no sería capaz de mantener unido los dominios heredados de su padre. Sin embargo, en diez años sometió a su autoridad a las polis griegas y luego de vencer a los persas, construyó un inmenso imperio, que se extendía desde la India hasta el Mar Mediterráneo. La cultura griega se difundió por esos territorios y se fusionó con los elementos aportados por las civilizaciones orientales.

CARÁCTER y EDUCACIÓN de ALEJANDRO

Uno de los hijos de Filipo fue Alejandro, que nació en Pella en el 356 a.C. De su padre heredó su agresividad, su ambición, sus habilidades militares y una profunda confianza en sí mismo. De su madre, Olimpia, la convicción de que era descendiente de Aquiles, el héroe aqueo que luchó en la Guerra de Troya. Desde que era muy pequeño, Alejandro recibió una educación de tipo griego que combinaba los ejercicios físicos y el adiestramiento militar con una sólida formación intelectual. En este terreno, su maestro fue el filósofo Aristóteles (384–322 a.C.) que le inculcó el amor hacía los héroes de la Ilíada y la Odisea. A los dieciseís años ocupó la regencia del reino cuando su padre se ausentó para combatir contra los tracios. A los dieciocho, tuvo una participación decisiva en la Batalla de Queronea, en la que comandó un cuerpo de caballería. En esa época, ya poseía un ansia irreprimible de gloria y poder. Según el historiador griego Plutarco (50–125 d.C.), ante cada uno de los éxitos de su padre exclamaba: “Será posible, amigos míos, que mi padre se anticipe a tomarlo todo y no me deje nada brillante en que pueda acreditarme ante vosotros”. El asesinato de Filipo le dio la oportunidad de hacer algo brillante: conquistar el imperio más grande de su época.

LA CONQUISTA de GRECIA

Luego de acceder al trono, Alejandro emprendió una campaña contra las tribus ilirias, que habitaban entre Macedonia y el Danubio. El objeto de esta campaña era asegurarse la retaguardia antes de avanzar hacia el este. Pero cuando regresaba a Macedonia le informaron que varias ciudades griegas, encabezadas por Tebas y Atenas, habían decidido separarse de la Liga de Corinto. Alejandro, que no deseaba que episodios de este tipo se repitieran en el futuro, decidió reprimir el levantamiento con extrema crueldad: Tebas fue arrasada y sus habitantes asesinados o vendidos como esclavos. En cuanto a Atenas, fue perdonada a cambio del destierro de Demóstenes, Licurgo y otros cabecillas de la política antimacedónica. De esta manera, Alejandro se aseguró el dominio sobre toda Grecia, excepto Esparta, que conservó su independencia, y a la que el rey de Macedonia no consideró conveniente atacar. A partir de entonces, comenzó a completar y mejorar los planes de su padre para invadir el Imperio Persa.

LA INVASIÓN de ASIA

Para invadir Persia, Alejandro reunió 35.000 hombres. Este ejército, que partió de Macedonia en el 334 a.C., bordeó la costa de Tracia, cruzó sin contratiempos el Estrecho de los Dardánelos (el antiguo Helesponto), y se instaló cómodamente en Asia Menor. Después de rendir homenaje a Aquiles en las ruinas de la antigua Troya, el ejército de Alejandro avanzó hacia el este y venció a las fuerzas reunidas por varios sátrapas persas en la Batalla del río Gránico. Luego de esta victoria, ocupó la región de Lidia y las ciudades costeras del Asia Menor. El objetivo de esta maniobra era evitar que la flota persa, que necesitaba bases de suministro y de apoyo en tierra firme, le cortara las comunicaciones con Macedonia. Mientras tanto, el rey persa Darío III reunió un gran ejército y salió al encuentro de Alejandro cuando éste, luego de ocupar Frigia y Cilicia, intentaba penetrar en Siria. Pero fue derrotado en la Batalla de Issos y antes de que el combate terminara, huyó, abandonando su campamento. Fiel a su principio de neutralizar la flota enemiga, Alejandro continuó la marcha por la costa, en lugar de dirigirse directamente hasta el corazón del Imperio Persa. Ocupó entonces Siria, Fenicia y Palestina. De las ciudades fenicias sólo Tiro ofreció una dura resistencia. Se necesitaron siete meses de sitio para doblegarla. Y de todo el ingenio de Alejandro, que mandó construir torres flotantes para tomar por asalto las murallas de la ciudad, situada en una isla.

LA LIBERACIÓN de EGIPTO

De Palestina, Alejandro se dirigió a Egipto, donde venció sin dificultad a la guarnición de ocupación persa. Los sacerdotes egipcios, que odiaban a los persas por la profanación de varios templos, lo recibieron como un libertador y lo coronaron como faraón. Para asegurarse la posesión del país, decidió fundar una ciudad que sirviera de base para su flota. La emplazó en la boca occidental del Nilo y la llamó Alejandría. Mientras sus tropas descansaban, Alejandro se dirigió al oasis de Siwa para consultar al oráculo del dios Amón. Según el propio Alejandro, los sacerdotes egipcios lo llamaron hijo de Amón y le auguraron grandes victorias.

LA DERROTA de DARÍO

Convencido de ser el hijo de Amón y Zeus, Alejandro abandonó Egipto y se dirigió hacia la Mesopotamia. Cruzó los ríos Éufrates y Tigris y en el año 331 a.C. venció nuevamente a los persas en la Batalla de Gaugamela, en la llanura de Arbelas. Darío III huyó del combate y huyó hacia el este. Alejandro ocupó entonces Babilonia, Susa y Persépolis, cuyo palacio ordenó incendiar. Este incendio marcó el fin del Estado Persa. Sobre sus cenizas surgiría un imperio aun más extenso: el de Alejandro Magno.

LA MARCHA HACIA LA INDIA

Luego de su coronación como rey de Persia, en el 330 a.C., Alejandro inició la persecución de Darío III. Pero cuando estaba a punto de alcanzarlo, el rey persa fue asesinado por orden de Bessos, sátrapa de Bactriana, que se autoproclamó rey. Alejandro avanzó entonces hacia las regiones más orientales del ex Imperio Persa, con el objeto de atrapar al asesino de Darío. Allí luchó contra los escitas y los masagetas, que recurrieron a la guerra de guerrillas para hostigarlo. Tras capturar a Bessos y conquistar Bactriana y Sogdiana, Alejandro marchó hacia la India. A principios del 326, orillas del río Hidaspes, derrotó a uno de los reyes locales, Poros, quien lo enfrentó con varios cientos de elefantes, que llevaban arqueros y lanceros en sus lomos. El ataque por los flancos de la caballería macedónica decidió la suerte del combate. Alejandro se adueñó entonces del valle del Indo e intentó avanzar hasta las bocas del río Ganges. Pero sus soldados, agotados después de ocho años de largas marchas y numerosos combates, se negaron a seguir avanzando. Deseaban terminar las guerras y disfrutar de los botines obtenidos. Alejandro trató de convencerlos pero no tuvo más remedio que acceder al reclamo y ordenar el regreso.

Máxima expansión del Imperio de Alejandro

LAS RAZONES DE LA VICTORIA

Las espectaculares victorias de Alejandro se debieron tanto a su talento como conductor y estratega, como a la superioridad de la organización militar. El núcleo esencial de sus fuerzas estaba integrado por quince mil hombres, todos macedonios, divididos en regimientos de caballería y de infantería. La infantería se componía de un cuerpo de ataque y de las falanges, creadas por Filipo. La misión del cuerpo de ataque era ensanchar la brecha enemiga cuando esta se rompía. Las falanges, en cambio, eran tropas básicamente defensivas, que con sus largas picas debían contener al enemigo. La caballería estaba formada por los lanceros, un cuerpo de reconocimiento, la guardia personal de Alejandro, y la guardia real, integrada por unos 2.000 nobles. Este cuerpo de caballería pesada, cuyos jinetes iban provistos de picas, cascos y defensas de planchas para piernas y torso, era el elemento clave del ejército macedonio. Sus ataques solían decidir las batallas. El ejército persa, si bien era mucho más numeroso que el de Alejandro (cinco veces más en Issos, diez veces más en Gaugamela), era, por eso mismo, lento, rígido y compacto. Además, era poco homogéneo, ya que estaba integrado por unidades aportadas por los países sometidos. Tampoco tenía la disciplina y el adiestramiento permanente que poseía el ejército macedónico.

EL GOBIERNO DE ALEJANDRO

Luego de regresar de la India, hacia mediados del 324 a.C., Alejandro se instaló en Babilonia, que transformó en su capital. Desde allí gobernó su enorme imperio como si fuera un déspota oriental, es decir, de manera autoritaria. Se vistió entonces con ropas persas, ordenó a los griegos que lo reconocieran como hijo de Zeus y obligó a todos sus súbditos a ponerse de rodillas en su presencia. De esta manera, inauguró el culto al gobernante, que sería tan común algunas décadas después. Preocupado por la diversidad cultural que albergaba su imperio, intentó fusionar a los distintos pueblos que se encontraban bajo su dominio. Para alcanzar ese objetivo: . impulsó el casamiento entre oficiales macedonios y mujeres de la nobleza persa. Él dio el ejemplo, tomando por esposa a Roxana, una princesa bactriana, y a Estatira, una de las hijas de Darío III. . También escogió miles de jóvenes de los países sometidos y ordenó que se los instruyera en las letras griegas. . A los persas les concedió la igualdad de derechos y les permitió integrar sus ejércitos. Muchas de estas medidas generaron el descontento de los veteranos macedonios, que se rebelaron para exigir que Alejandro las suprimiera. Pero éste no se echó atrás y ordenó entonces que se los regresara de inmediato a Macedonia. De esta manera, Alejandro prescindió de los hombres que lo habían acompañado durante tantos años en sus exitosas campañas.

Mapa: Bustinza Juan, La antiguedad y el medioevo, Kapelusz, Bs. As., 1972, página 107.

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