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POSPANDEMIA ¿UN NUEVO CAPITALISMO?

Posted by on 23 agosto, 2021

por el Prof. Alejandro H. Justiparán

En su reciente artículo, El nuevo capitalismo de la pospandemia, Sebastián Sztulwark afirma que la actual pandemia de coronavirus ha detenido la actual maquinaria capitalista, recorriendo sus efectos e imaginando un nuevo modelo de consumo y producción. Su análisis se enmarca en un cambio de estructura en el sistema que lleva por lo menos cuatro décadas. Si bien la pandemia es un hecho novedoso, la crisis provocada no puede sino entenderse como emergente de un proceso mucho más amplio.

La pandemia de coronavirus que azota al mundo hoy, ¿es la causante de una crisis que quebrará los cimientos del sistema capitalista al punto de reformularlo? ¿o sólo es una de las tantas instancias en las que históricamente el sistema mutó, para poder sobrevivir?

Sebastián Sztulwark hipotetiza que: “lo nuevo que adviene en materia de economía política con la crisis del coronavirus se comprende más cabalmente al inscribirse en el marco de un cambio de estructura del capitalismo mundial que se viene produciendo al menos desde hace unas cuatro décadas”. La crisis es entonces, para el autor, un punto de inflexión, útil para reflexionar sobre la visualización de ciertos cambios estructurales que ya existían potencialmente. Se trata entonces de describir a una nueva estructura del capitalismo mundial, contraponiéndola con una anterior.

Uno de los cambios emergentes de la nueva estructura es el concerniente al consumo. Históricamente se produce el cambio de un sistema de producción propio del capitalismo industrial, basado en la fabricación de mercancías estandarizadas fabricadas con tecnologías mecánicas, a uno basado en el despliegue de nuevos medios de producción electrónicos – informáticos. Esta modificación altera el mundo del trabajo, lo resignifica. Las nuevas condiciones regresivas de precarización laboral son una muestra de ello. El cambio no se agota allí. Para el autor, las nuevas mercancías “colonizan a un mundo de consumidores crecientemente segmentado”. Ortíz (1997) refiere que el consumo es también un tipo de ética, un modo de conducta que involucra valores. Movilizadas y potenciadas por una maquinaria propagandística sin igual, las mercancías generan una nueva subjetividad, comunican una nueva realidad, la resignifican. El mundo es legitimado y construido a través de signos y símbolos que son reconocidos y expresados en la apropiación de las mercancías. La perspectiva materialista que entiende al consumo como parte de un proceso iniciado en la fabricación del producto, resulta insuficiente como categoría de análisis en la nueva estructura capitalista, no corresponde a la sociedad del consumo, sino a la sociedad del trabajo. Claramente la mirada debe ser más amplia, más abarcativa. Lo nuevo no es el consumo, sino el consumismo.

El “consumismo” llega cuando el consumo desplaza al trabajo de ese rol axial que cumplía en la sociedad de productores… A diferencia del consumo, que es fundamentalmente un rasgo y una ocupación del individuo humano, el consumismo es un atributo de la sociedad. (Bauman, 2007, p.47).

Otro elemento a considerar por el autor es el de la producción. Aquí, Sztulwark afirma que estamos en presencia de una nueva división internacional del trabajo. Si a mediados del siglo XIX, el mundo se dividió en centro y periferia a partir de su producción de manufactura o de materia prima, hoy los dos nuevos polos se diferencian en que uno de ellos comanda el trabajo complejo –con planificación pública y organización empresarial- y el otro polo solo logra comandar trabajo simple –de reproducción, basado en conocimientos preexistentes. Pero la verdadera novedad está en la articulación de sus componentes. Mientras la producción se segmenta y dispersa, el comando del proceso productivo y la apropiación de la renta se centralizan. La nueva articulación es producto de la globalización, un proceso que, integra y estandariza a la vez que fragmenta y segrega. Los mercados se expanden, el consumo se internacionaliza y las desigualdades se reproducen a una velocidad nunca antes vista. El proceso no es nuevo, aunque su dinámica si lo es. Ortiz (1997) afirma:

La internacionalización se refiere al aumento de la extensión geográfica de las actividades económicas más allá de las fronteras nacionales, proceso que no es novedoso. Pero la globalización es una modalidad más compleja que la internacionalización, ya que conlleva la producción, distribución y consumo de bienes y servicios organizados a partir de una estrategia mundial y dirigidos hacia un mercado mundial. Esto corresponde a un nivel y a una complejidad del desarrollo económico cualitativamente diferente al pasado.

Ortiz además incorpora, a los aspectos económicos y tecnológicos, los culturales. Para él, la cultura se mundializa en diálogo con otras culturas. Todas las transformaciones culturales que conlleva el proceso de globalización, se ven hoy exacerbadas por la crisis pandémica: las transformaciones del eje espacio-tiempo, el proceso de desterritorialización, la reformulación de los procesos identitarios, las nuevas formas de segmentación social y los cambios en la dimensión de lo público privado en el contexto de las transformaciones urbanas.

La pandemia permite visualizar los efectos de un modelo que ha cambiado desde hace décadas. No sólo los visualiza, los acelera. Si el consumo es el nuevo eje del sistema, la retracción provocada por las nuevas condiciones de la crisis atenta contra su lógica. El consumo cae estrepitosamente, a excepción de los productos considerados esenciales. Y es aquí donde Sztulwark se pregunta: ¿una vez superado cierto nivel mínimo, consumir menos, no genera cierta satisfacción? Inquietante pregunta dirigida al corazón del modelo. Si esto es así, atentaría directamente al detener la máquina capitalista en su carrera desenfrenada de producción y consumo. El autor responde que la máquina capitalista de innovación se verá obligada entonces, a responder con un nuevo axioma. Si el consumidor se aleja críticamente de los productos que el mercado ofrece, deberá entonces realizarse un despliegue lingüístico-comunicacional de mayor complejidad –un ajuste- que sea capaz de responder a esta nueva práctica de consumo. Será en todo caso una “crisis de reformulación” del sistema (Casullo, 1997).

Seguramente la reformulación provenga de la tecnología. La recuperación vendrá entonces de la mano del consumo de productos a través de dispositivos digitales, de plataformas de venta masiva, de distribución y de transporte. La pandemia impulsa una pauta de consumo digital sin la cual la interacción social se hace imposible. Este capitalismo de consumo que transforma a las personas y a las cosas en valor de cambio económico y semántico (Ibañez, J, 1994) apelará a la publicidad para reformular el axioma consumista, al progreso de la técnica (cada vez más basada en la ciencia) y la innovación en nuevos medios de producción para desplegar el trabajo productivo en esta época que nos toca en suerte. Hoy, el acceso a la tecnología y al consumo digital crean una nueva sociabilidad comunitaria en la que los equilibrios sociales –una vez más- se rompen al confrontarse con una nueva oscilación, más incierta que las anteriores.

Este nuevo territorio en disputa también se desarrolla en otros escenarios. La guerra contra el enemigo invisible del coronavirus deviene en una guerra visible por el liderazgo mundial en el campo de las industrias culturales. A esta altura ya nadie discute el valor económico que generan estas “fábricas sin chimeneas”. Los interrogantes hoy giran alrededor de una coyuntura que magnifica los conflictos en una industria que no es un lugar de consenso (Moreno, O, 2019). En este escenario, la discusión por la excepcionalidad cultural adquiere nueva significación en los llamados países periféricos. La brecha ya existente entre los grandes productores de contenidos y de valores simbólicos se ha ampliado. Las producciones nacionales no están en condiciones de competir con aquellas que prevalecen en el mercado. El artículo cita como ejemplo, que, en el primer trimestre de este año, Netflix aumentó en casi 16 millones la cantidad de suscriptores pagos, el doble de lo que tenía previsto. Y el valor de sus acciones en el mercado, en el mismo período, se incrementó en un 34 por ciento. Líderes en innovación, gigantes empresariales como Netflix imponen gran parte del consumo cultural. Entiendo que la otra consecuencia directa de la actual coyuntura es que la situación de equilibrio entre las dos formas de apropiación de los contenidos (la tradicional y la digital) a la que alude Moreno, se ha roto.

Como otro elemento de estructura a analizar en esta coyuntura, Sztulwark incorpora el avance de un sostenido proceso de monopolización de las capacidades productivas para promover la necesaria innovación permanente en los medios de producción. Esta monopolización deviene en centralización del comando productivo mundial y en la capacidad de apropiación de las rentas obtenidas. ¿Cuáles serían los mecanismos de control? ¿Existen? El artículo sostiene que una instancia de negociación global como tal aún no existe. “Hoy podríamos decir que una red de computadoras que unifica la Bolsa de Tokio, Hong Kong y Washington, es más poderosa para decidir los destinos diarios de todos nosotros que una reunión de mandatarios latinoamericanos” (Casullo, 1997, p. 202). La planetarización del capital financiero escapa hoy a la posibilidad de intervención de los Estados. La acumulación económica debería regularse, las innovaciones deberían difundirse, las barreras de propiedad intelectual que bloquean la circulación pública del conocimiento deberían disminuir, pero nada de todo esto sucede. Aquellos países que han quedado fuera del juego en esta nueva división internacional del trabajo, no pueden escapar a la lógica regresiva que hoy los condena a la producción de commodities primarios o industriales. La única salida que se puede visualizar es el pasaje a una escala de tipo regional como requisito ineludible para superar este destino que parece manifiesto.

Como afirma el artículo, la pandemia del coronavirus no ha detenido, sino transformado a la maquinaria capitalista. El nuevo escenario mundial ha permitido visualizar procesos que llevan décadas de instalación. Desterritorialización –en las tres acepciones propuestas por Ortiz- explotación y precarización laboral, obscena acumulación de riqueza, ampliación de las desigualdades y consumo como fin único y último. Suscribo a la reflexión final del artículo: “la ferviente adhesión a este nuevo modelo de consumo y producción es lo que hay que ser capaz de pensar”. Las antiguas herramientas no sirven para alcanzar una alternativa posible. De esta crisis deberá surgir un nuevo Estado de Bienestar, más profundo y abarcativo aún que el que nació de la crisis de 1930.

BIBLIOGRAFÍA CONSULTADA

ORTIZ, R. (1997): Mundialización y cultura. Buenos Aires: Alianza Editorial. Cap. “Cultura y modernidad-mundo”.

MORENO, O (2019) “Las industrias culturales. Historia, definición y contenidos. Los tiempos de la Internet”. Material elaborado para la Cátedra de Cultura Contemporánea de la Universidad Nacional de Tres de Febrero.

SENNETT, R. (2000): La corrosión del carácter. Barcelona: Editorial Anagrama. Cap. “A la deriva”.

BAUMAN, Z. (2007): Vida de consumo. (2007) Buenos Aires: Fondo de Cultura Económica. Cap. “Consumismo versus consumo”.

CASULLO, N. (1997). Itinerarios de la modernidad. Buenos Aires: Oficina de Publicaciones del CBC-UBA. Cap. «El debate modernidad-posmodernidad»

IBÁÑEZ, J. (1994) Por una sociología de la vida cotidiana. Madrid: Siglo XXI Editores. Cap. “Consumismo versus consumo”.

https://www.pagina12.com.ar/273126-el-nuevo-capitalismo-de-la-pospandemia

IMAGEN: https://buzos.com.mx/index.php/nota/index/4502

El presente trabajo corresponde a la entrega final de la materia «Cultura Contemporánea», de la carrera de Licenciatura en Historia, UNTREF, 2020.

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