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LA SEGUNDA REVOLUCIÓN INDUSTRIAL

Posted by on 26 noviembre, 2012

Como ya hemos visto, hacia 1760/1780 se desarrolló en Inglaterra la primera fase de la Revolución Industrial, consolidándose una nueva forma de producción, el capitalismo, que provocó la interacción entre dos clase sociales: la burguesía (dueños del capital, maquinarias, instalaciones) y el proletariado (trabajadores que en las fábricas ofrecían su fuerza de trabajo a cambio de un salario).

A mediados del siglo XIX otras potencias se sumaron al despegue industrial, dando lugar a la segunda fase del proceso. En esta etapa el ferrocarril ocupó un lugar de privilegio, aumentando a niveles inesperados el aumento de las exportaciones a los países no industrializados, en un nuevo sistema económico mundial. La industria del ferrocarril requería de fuertes inversiones, realizadas por integrantes de la clase alta y media inglesa, viudas beneficiadas con pensiones y comerciantes que se vieron tentados por futuras ganancias. Tamaño flujo de capitales exigió la creación de un marco legal apropiado para la emisión y cotización de acciones.

El ferrocarril creo miles de puestos de trabajo y a su vez estimuló el crecimiento de otras industrias, ya que se multiplicó la demanda de hierro, carbón, madera y cueros entre otros materiales. La economía británica surtió de locomotoras, maquinarias, rieles, carbón, hierro y tecnología al resto del continente europeo, América y muchas de sus colonias. La hegemonía británica lograda a partir del desarrollo textil se conservó y se multiplicó en esta nueva etapa. Otros de los avances característicos de esta nueva etapa fueron: la sustitución del hierro por el acero, la aparición de la electricidad como nueva fuente de energía (multiplicando una nueva serie de inventos), y el desarrollo del motor de combustión interna que dio lugar a la aparición del automóvil y del aeroplano.

EVOLUCIÓN DE LA BANCA INGLESA

La expansión capitalista industrial hubiera sido imposible sin la participación de la banca inglesa. Hasta mediados del siglo XVIII el sistema bancario inglés se conformaba principalmente con el Banco de Inglaterra y otras 400 entidades, que podían emitir billetes pero limitados a determinados territorios. Los bancos estaban obligados a tener reservas en oro equivalentes a los depósitos de los particulares. Esta restricción terminó a fines del siglo, cuando el gobierno británico liberó al Banco de Inglaterra de esta obligación, declarando a los billetes de aceptación obligatoria para cualquier operación. Así, la banca estuvo en condiciones de financiar crediticiamente a la industria inglesa en expansión.

EXPANSIÓN DE LA INDUSTRIA

En esta época el desarrollo y el crecimiento de las comunicaciones y los medios de transporte facilitaron la conformación de una economía mundial interdependiente, que superó fronteras y distancias y provocó fuertes enfrentamientos. Ahora no era sólo Inglaterra la protagonista exclusiva del desarrollo industrial (Francia, Italia, Alemania, Estados Unidos y Japón se sumaron a la expansión), que por otra parte se transformó en un factor esencial para obtener poderío económico y militar. Dicho de otra manera, ningún país podía pretender –a mediados del XIX- ser una potencia industrial sin desarrollo industrial.

El historiador británico Eric Hobsbawm, cuando compara al mundo de 1848 con el de 1789, destaca que: “… La mayor parte del mundo conocida, incluida en los mapas e intercomunicada, era mayor que nunca y sus comunicaciones increíblemente más rápidas. La población del mundo era también mayor que nunca… las ciudades de gran tamaño se multiplicaban en todas partes como nunca. La producción industrial alcanzaba cifras astronómicas… La ciencia nunca había parecido más triunfal, los conocimientos nunca habían parecido más vastos… Sin duda estos triunfos tenían su lado oscuro… ¿Cómo se iba a encontrar una expresión cuantitativa para el hecho que pocos podrían negar negar hoy, de que la Revolución industrial creó el mundo más feo en el que el hombre jamás viviera, como lo demostraban las horrendas, sucias, malolientes y enlodadas calles de los barrios bajos de Manchester?… Desde luego, había habido grandes cambios…En resumen, el mundo de 1840-1850 carecía de equilibrio.

BIBLIOGRAFÍA CONSULTADA:

Hobsbawm, Eric, La era de la revolución, 1789/1848, Crítica, Bs. As., 1997.

Historia Mundial Contemporánea, Puerto de Palos, Bs. As., 2002

Lettieri Alberto y Garbarini Laura, El afianzamiento del capitalismo (1820/1880), Longseller, Bs. As., 2001.

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